Por Santiago Lynch

Fue en aquella tarde de 1.975, entonces yo tenía 14 años, y la imagen del try con sombrerito incluido quedaría impregnada para siempre en mi memoria.

Sin embargo, no es a su faceta rugbística como jugador, referee, o entrenador a la que me quiero referir sino a aquella otra, menor si se quiere, que tuvo al “Perita” García como gran protagonista desde que se inaugurara el Gimnasio Adrián Beccar Varela allá por 1981, hasta hace un par de años, en que el progresivo deterioro en su salud lo obligara al retiro.

Martes, miércoles, jueves, y sobre todo los domingos por la mañana, durante los últimos treinta y cinco años con asistencia casi perfecta simplemente para jugar un rato a la pelota.

Jugar con el Pera en el equipo -creo que nadie podrá discutirlo- era una ventaja enorme si el azar determinaba la coincidencia con él en el cuarteto a ingresar luego de un gol.

Parado bien atrás, con gran oficio de defensor, de repente arrancaba a velocidad de rayo, (velocidad que no decreció con los años), para definir especialmente desde los costados.

Fuimos muchos, y de más de una generación, los que tuvimos la suerte de compartir con él tantos ratos de diversión, convocados por el mismo sentimiento de pertenencia al Club, por una pequeña pelota redonda y por unas reglas de juego sui generis a respetar a rajatabla.

En estos momentos me lo imagino al Perita, un día cualquiera después del futbol, subiendo y bajando tribunas para mantenerse en estado.

Hoy nos toca despedirlo, lo vamos a extrañar.