Compartimos la nota que le realizó el periodista Jorge Búsico para el diario La Nación a nuestro querido socio que en octubre cumplirá 103 años. Un repaso por su vida.

A los 101 años, Ronald David Scott se mueve como una estrella de rock. Hace autógrafos, acepta las fotos que le piden todos los presentes y las mujeres forman fila para llevarse un retrato con él en sus teléfonos móviles. Primero habla sentado. Después se para y, micrófono en mano, arranca más y más aplausos. La gente se pone de pie y lo ovaciona. Lo condecoran y, al final, se va hacia otro de los salones con la gente rodeándolo.

Transcurre el invierno de 2018 en el Club Atlético de San Isidro. Es casi el patio de la casa de Ronnie, quien vive justo enfrente de la entrada principal, sobre Roque Sáenz Peña. Lo curioso es que él no es el punto central de la convocatoria. Ésta tiene otro motivo: la presentación del libro Volaron para vivir , de Claudio Meunier, sobre los pilotos argentinos que se enrolaron para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Scott fue uno de ellos. Por eso, Meunier, risueño y orgulloso, dice esta noche: «A mí nadie me da bola».

Camino a los 103 años, hoy Ronnie Scott nos dice desde un video: «Soy un voluntario más en esta guerra. Así la vamos a ganar: si me quedo en casa. Estamos juntos con unos cuantos más en esta guerra. Hacemos lo que podemos, pero vamos a terminarla». Meunier produjo este video en el cual Scott está en la puerta de su casa. Y lo alternó con imágenes de la guerra. Allí, este argentino de sangre escocesa combatió solo contra los alemanes. Y además de esta vida que ya traspasó un siglo, tiene muchas otras. Casi murió cuando su avión se le clavó en pleno combate, y cuando el barco que lo llevaba de Buenos Aires a Liverpool para alistarse en las fuerzas aliadas casi se hundió en medio de un huracán. Y cuando submarinos alemanes destruyeron 33 de 66 balsas en una escala en Nueva York. «Hacé como Ronnie. Quedate en casa», termina ese corto en el cual se detalla también la fuerte relación de Scott con el rugby.

El deporte y la aviación han ido de la mano de este hombre al que la pandemia le cortó su rutina diaria de vitalidad. Porque hasta que se decretó el aislamiento, Ronnie seguía andando en bicicleta por el centro de San Isidro y jugando bowls en el CASI, club del cual es socio desde 1935 y campeón en ese deporte de neto corte inglés. También continuaba con otra pasión que, según él, le ejercita la mente: el bridge. Y con sus tareas de voluntario en la Iglesia Metodista Unida de Acassuso, donde la parrilla lleva su nombre. «Es que me encargué de los asados durante 20 años», cuenta. Claro que mantiene ahora, en el encierro, su copa de vino tinto diaria y su dieta sobre la base de frutas.

«Mi gran secreto ha sido el deporte y el sentido que éste tiene en la vida». Scott es lo que se llama «un verdadero sportsman». Además de rugby y bowls, jugó cricket, bádminton y hockey sobre césped. Rugby practicó en Buenos Aires Cricket & Rugby Club, Gimnasia y Esgrima, Pucará, Belgrano Athletic y el CASI. En Gimnasia jugó con Ricardo Giles y entrenó a Guillermo Eherman, que luego formaron una de las mejores parejas de medios de la historia. La tradición de rugby fue heredada de su padre, Roy Douglas Scott, un escocés que fue referí de los legendarios encuentros entre Argentinos y Extranjeros en 1921, 1922 y 1924. «Mi padre tuvo el primer silbato que llegó a la Argentina», destaca Ronnie orgulloso.

Tiempos de Segunda Guerra Mundial: Ronnie Scott listo para servir; fue encargado de derribar bombas voladoras alemanas.

Scott nació el 20 de octubre de 1917 en Villa Devoto. Ve rugby desde los 5 años, cuando el deporte era practicado aquí por apenas un puñado de clubes. Y tiene la particularidad de haber coincidido en vida con todos los partidos que jugó el seleccionado argentino a excepción del primero, celebrado en 1910.

Cuando tenía 10 años, Ronnie estaba mirando un partido de polo en el Hurlingham Club, del cual era socio. En un momento se le acercó un jugador y le pidió agua tónica. Él le agregó una pizca de limón. «Estamos de acuerdo. Es mejor así», le contestó el polista, que no era otro que el príncipe británico Eduardo, que después abdicaría. O sea, el tío de la actual reina Isabel II. El secretario del príncipe tomó sus datos y al otro día lo llamaron desde la embajada para invitarlo a visitar el primer portaaviones que hubo en la Argentina. Ese día Ronnie inició su romance con las aeronaves.

En 1943 se enroló en la Armada Real Británica para combatir en la Segunda Guerra Mundial. «Cuando vi la matanza que hizo Hitller en Polonia, ni dudé. Hay un refrán inglés que dice: «Uno va a defender las cenizas de sus padres y los templos de su Dios»», nos contó en una entrevista que hicimos en su casa en 2016 y que fue publicada en LA NACION . Meunier detalla en su libro que Scott es el único piloto de caza de la Segunda Guerra Mundial sobreviviente en América Latina. Entre otras misiones, como director de vectoreo en el observatorio de Greenwich, comandó las operaciones para derribar las bombas voladoras alemanas V1.

Cuando Japón se rindió (agosto/septiembre de 1945), Scott fue dado de baja, y regresó a la Argentina en la Navidad de 1946. Aquí, el gobierno de Juan Domingo Perón incorporó en ese momento a la aviación naval a todos los que habían sido pilotos en el gran conflicto bélico. A Scott se le adjudicó el rango de teniente de corbeta, pero nunca había recibido las alas que identifican a esos aviadores. Hasta que Meunier se encargó de organizar la entrega, que estuvo a cargo de pilotos que combatieron en la Guerra de las Islas Malvinas, en esa noche de 2018, en el CASI, durante la presentación de Volaron para vivir . Scott lloró de emoción.

Ronnie Scott participó en los vuelos inaugurales de Aeroposta -la compañía que precedió a Aerolíneas Argentinas- entre el continente y Tierra del Fuego. En Aeroposta, de la que fue tesorero, compartió vuelos por la Patagonia con Antoine de Saint-Exupéry, el célebre autor de El Principito .

Extraña a sus dos hijos (uno vive en Australia, y el otro, en la Isla de Malta) y a sus tres nietos. La tecnología lo ayuda a tener contacto diario con ellos. Se informa mediante canales de televisión extranjeros y recibe ayuda de muchos amigos. A comienzos de año, le robaron la bicicleta en la puerta del edificio donde vive. Rápidamente se organizó una búsqueda y al otro día una chica de Acassuso le regaló una. Rumbo a los 103 años, Ronnie Scott sabe de qué se tratan estas crisis mundiales: vivió la del ’29 (la Gran Depresión) y participó en la Segunda Guerra Mundial. Por eso, ahora nos dice que nos quedemos en casa.