A Través de Estani Rueda, me enteré de la triste noticia del  fallecimiento de Alberto Zavalía, o simplemente “Alberto”.

Compartí con él mis cuatro años de CD y varios más cuando se estaba haciendo la cancha de golf en San Isidro Labrador, a la cual le entregó un montón de su tiempo y esfuerzo. Muchos de los socios van a estar agradecidos cuando estén disfrutando de ella.

Viví con él muchos episodios, de los buenos y de los no tan buenos, pero eso me permitió conocerlo en la grandeza de su humildad y en su gran calidad humana.

Era un hombre del Atlético 100%, con una vocación de servicio que pocas veces he visto.

Patriarca de una gran familia, gran compañero de Josefina, alias Jose, y de todos sus hijos y nietos.

De una profunda fe, era un sembrador de alegrías, con un gran amor por el deporte, fundamentalmente, el rugby y el golf. Los cuales practicó con excelencia.

Componedor por vocación y servicio, nos enseñó vívidamente el valor de la amistad. Vivió con sencillez, que como alguien dijo, “una cualidad compañera inseparable de la humildad.”

Se fue rodeado de sus familiares y centenares de amigos que fueron a darle el último hasta pronto. En esa despedida había pesar, pero también alegría. Estoy seguro  que era la manera que a él le hubiese gustado.

Las despedidas nunca son fáciles, cuando has sido más que un amigo, fuiste  el confidente que siempre me apoyó y la persona que siempre estuvo ahí cuando necesitaba un consejo, ánimo o simplemente tomar unas cervezas.

Alberto, gracias por tu existencia ejemplar, tus valores nos seguirán acompañando.

Esperarme en la tribuna después del partido y seguimos hablando.

Eduardo Merelle