Tienen un papel fundamental en el comportamiento de sus hijos, ya que, el comportamiento que los mismos demuestran dentro de una cancha, resulta ser aquel que han mamado dentro de sus hogares.

Por ello es que se establecen siete reglas que deben imperar en los progenitores:

1) No gritar: se debe animar y alentar mientras que los chicos realizan el deporte, pero no gritar, tanto si es para exigirles algo o para recriminar algo. No deja de ser un juego, una manera de pasar el tiempo lúdicamente, donde los chicos son los actores principales, y los padres deben acompañar y disfrutar de ello. El reto/grito solo conlleva a que el niño contemple al deporte como una obligación y no como un momento de disfrutar, haciéndolos sentir presionados para no defraudar.

2) Permitir disfrutar: la pregunta debe ser ¿te divertiste?, y no, ¿ganaste? Recordemos que nuestros hijos no son los mejores jugadores del mundo, sino parte de un equipo, hacer hincapié en el sentido de lo colectivo (el equipo por sobre lo individual). Lo más importante es que lo pasen bien, socialicen y aprendan. No les demos a entender que lo primordial es ganar, eso solo una consecuencia, y en el deporte, se gana y también se pierde, y de todos los momentos aprehendemos.

3) No pretender ser el entrenador: no debemos pedir absolutamente nada al entrenador, respetemos sus decisiones y no demos nuestras propias lecciones después del partido. Cuando el entrenador haya terminado no critiques sus decisiones, generemos en nuestros hijos el respeto hacia el entrenador (dentro de la cancha del capitán). Muchas veces los chicos copian dicha actitud y aprenden a excusarse y evadir los problemas en otros ámbitos de la vida.

4) Respetar al árbitro y comportarse: no insultar al árbitro, la autoridad se debe ver como tal y criticarlo delante del niño solo le enseñará a faltar a ésta. No aplaudir conductas antideportivas. La violencia nunca es una opción. Además, los niños no deberían asociar jamás la actividad física con agresión. El referee siempre tiene la razón (aunque en ciertas oportunidades no lo entendamos de dicha manera).

5) Aplaudir a compañeros y rivales: todos los jugadores son niños, como tus hijos. Cuando termine el partido, debemos enseñar a nuestros hijos que se deben despedir con respeto de sus rivales. Se trata de una actividad en la que todos van a lo mismo, en definitiva, a pasarla bien. Generemos la buena educación en todos los planos de la vida y camaradería con nuestros contrarios. “Hay que conocer y respetar al rival. Hay una delgada línea entre la confianza y la arrogancia, pero una gran diferencia entre ambas. Un equipo con confianza tiene respeto por el rival, sabe y entiende cómo jugarle y a la vez aprender de su rival. Un equipo con arrogancia no respeta a su rival y no aprende nada”.

6) No castigar: no olvidar que nuestros hijos son pequeños, teniendo en claro que ellos siempre lo van a hacer lo mejor que puedan, castigarlos por no haber hecho un buen partido solo va a generar que no quieran volver a jugar. Siempre se pueden dar consejos para mejorar, pero nunca a modo de enfado.

7) Disfrutar viéndolos jugar: los hace felices saber que sus papás/mamás la pasan bien y se sentirán apoyados. Invitar a la familia e incluso a amigos suyos a algún partido importante. Felicitarlos al final del partido. En todo momento debemos recordar que son nuestros hijos los que están haciendo un deporte y no nosotros, como padres somos espectadores de un momento único que les pertenece a ellos, por lo que debemos entender que, en dicho instante, nuestro lugar es secundario, apoyándolos. Y siempre tener en cuenta que nuestro comportamiento será el de ellos, somos sus espejos, sobre todo cuando se encuentran en etapa de crecimiento, ayudemos a que nuestros hijos sean mejores día a día (mejor persona → mejor jugador → mejor equipo). “Las cosas más importantes de la vida no son cosas, sino momentos y experiencias”.